lunes, 6 de febrero de 2017

La "paga" de los hijos.

Controversia entre los expertos sobre si la semanada debe ser gratis o ganada


Los niños manejan más de 158 millones de euros mensuales de pagas familiares
Controversia entre los expertos sobre si la semanada debe ser gratis o ganada

¿Hay que dar paga a los hijos?  
La respuesta mayoritaria de educadores, economistas, psicólogos y pedagogos es un rotundo sí. Aunque existen detractores, en general la semanada o paga infantil está considerada como una herramienta educativa muy útil para enseñar a los niños el manejo del dinero y el funcionamiento de las finanzas. “Los niños necesitan tener dinero para aprender a usarlo”; “si desde pequeños no aprenden a consumir, a priorizar gastos y a ahorrar, de mayores no van a gastar bien y se endeudarán en exceso” o “es una transferencia de responsabilidad: lo que gastamos en ellos, que lo administren ellos” son argumentos reiterados. Y compartidos por muchos padres. Según los datos facilitados por Miguel González, director de la agencia The Modern Kids & Familiy, en la presentación de la nueva cátedra de Comunicación y Márketing Infantil de la Universidad Complutense, los niños españoles manejan más de 158 millones de euros al mes –lo que supone casi 1.900 millones anuales– fruto de las semanadas que les dan sus padres (u otros familiares) más los extras que reciben en momentos puntuales, como los cumpleaños, viajes o excursiones. Y un sondeo hecho por el grupo ING en el 2014 entre 12.000 europeos concluía que los padres españoles son los terceros que dan más paga después de los italianos y los fran­ceses.

Pero la unanimidad sobre la conveniencia de la paga se torna en controversia en cuanto se habla de cómo o por qué hay que darla. Una corriente pedagógica bastante extendida defiende que la paga hay que darla sin más, por su utilidad educativa, para fomentar la autonomía y la responsabilidad en los niños. Pero en los últimos años se han ido alzando voces en contra de esa paga gratuita que alertan de que la semanada hay que ganársela, como el sueldo, porque sin esa cultura del esfuerzo los jóvenes no tendrán una correcta formación como consumidores respon­sables.

“Tras entrevistar a más de 700 adolescentes de entre 12 y 19 años vimos que la mayoría cobra la paga a cambio de nada, por el simple hecho de ser hijo de, y de adulto uno no recibe dinero por ser, sino por hacer algo, así que los padres deberían vincular las pagas a determinados comportamientos obje-tivos, como bajar la basura, poner la mesa u otras pequeñas ayudas o actividades en casa”, afirma Francis Blasco, vicedecana de la facultad de Comercio y Turismo de la Universidad Complutense (UCM), investigadora sobre cuestiones de consumo y coautora del estudio Adolescentes’13 realizado por la cátedra Keepunto de la Complutense hace tres años.

Precisa que para formar jóvenes con autonomía de consumo hay que enseñarles que los adultos consiguen dinero fruto de un esfuerzo, que de ese dinero una parte va para consumo pero otra se ahorra para imprevistos, y que a la hora de consumir hay que saber jerarquizar qué es importante y que no porque si no, de mayores, no gastarán bien y asumirán créditos que no podrán pagar “dando lugar a los problemas de consumo que desembocaron en la última crisis: gente que dedica todo el dinero a consumo y gasta por encima de su poder adquisitivo”.

Blasco asegura que los psicólogos han demostrado cómo las experiencias y comportamientos que uno tiene hasta los diez años marcan sus decisiones de adulto –la denominada impronta profunda–, “de modo que si de pequeño se acostumbran a que el dinero se tiene por el hecho de ser, de mayores pensarán que también han de recibir una asignación” a cambio de nada.

De ahí su defensa de que la paga se ligue a determinadas tareas o comportamientos y se establezcan penalizaciones en caso de que no se cumplan. “No se trata de retirar toda la paga por suspender o por no bajar la basura porque entonces se frustran, pasan de todo o se buscan la vida pidiendo a otras personas, pero sí se puede descontar una parte porque quien no cumple una parte del trato no tiene derecho a una parte de la paga”, apunta.

Pero la idea de vincular paga y tareas domésticas suscita rechazo entre otros muchos educadores. “Las obligaciones de casa las repartimos entre todos porque somos una familia, y la paga se la das porque es tu hijo, porque cada uno tenemos nuestras necesidades de gasto y conviene que los niños vayan aprendiendo desde pequeños a gestionar los suyos”, sostiene Imma Marin, pedagoga y directora de la consultora Marinva.
“Yo no soy partidario del concepto mercantilista de la paga; creo que hay que darla para que el niño gestione sus cosas, porque tiene obligaciones consigo mismo, con la familia y con los demás, y ese dinero puede servirle para comprar un regalo o para ahorrar”, opina González.

Y en una línea similar se expresa Jordi Martínez, director de Educación Financiera del Institut d’Estudis Financers (IEF): “No veo la semanada como un pago, sino como una transferencia de responsabilidad: el dinero que nos gastamos en chuches, cromos o entradas para el cine, que lo administren ellos para que entiendan el funcionamiento del dinero y empiecen a ahorrar”.

También desde el ámbito de la psicología se aconseja desvincular la paga de las tareas domésticas para que los niños aprendan que estas son una contribución a la familia y parte de su responsabilidad por formar parte de ella. En cambio, tanto educadores como algunos economistas consideran que puede ser una práctica interesante pagar a los niños por tareas cotidianas que de todos modos tendrían un coste para la familia, como lavar el coche, pintar una habitación, arreglar el jardín o una pequeña reparación. “En este caso es lógico remunerarlos porque contribuyen a que la familia obtenga un ahorro”, justifican.

Claro que junto a los que defienden la semanada como elemento educativo y los que propugnan que hay que ganársela figuran también quienes prefieren no darla pero cuando el niño pide algo se lo pagan, lo que no deja de ser una paga en diferido. Según el sondeo de ING, el 34,7% de los padres españoles opta por esta paga diferida porque sólo la entrega cuando los hijos necesitan dinero para un fin determinado, mientras que un 28% abona dinero de forma regular y un 7% como recompensa por realizar tareas domésticas. De los datos del estudio Adolescentes’13 se desprende que un 38% de los chavales tiene paga fija, pero el 80% percibe también dinero extra a lo largo de la semana, y el 86% recibe dinero de sus padres cuando lo necesita. Y siete de cada diez no pierden la paga aunque no cumplan con sus responsabilidades en casa o en la escuela (véase el gráfico superior).
“Siempre que hay niños y educación de por medio hay controversia y tantas opciones como padres y maestros, y la cantinela de que estamos haciendo a nuestros hijos tontos porque se lo damos todo muy fácil ya se decía hace 20 y 30 años, porque todas las generaciones dicen eso de los niños cuando se produce un avance”, reflexiona González.
 
Las claves del ‘sueldo’ infantil
Cuándo
No antes de los 7-8 años, para que sepan calcular
La unanimidad de los expertos consultados respecto a los beneficios de entregar a los niños una paga fija para que aprendan a gestionar su dinero no existe a la hora de establecer cuándo empezar. Algunos proponen hacerlo tan pronto como sepan contar. Otros aconsejan empezar a los 7-8 años durante las vacaciones, para que gestionen sus caprichos, e implantarla durante todo el año a partir de los 11. Y hay quien opina que es mejor esperar hasta los 12 años porque es cuando tienen capacidad de hacer operaciones abstractas y pueden pensar qué parte de una cantidad que tienen en mente dedican a una cosa u otra.

Cuánto
Una cifra realista según los gastos y el entorno
“Ni tan poco que resulte desmotivador ni tanto que se puedan comprar lo que quieran”, responde Jordi Martínez, del IEF, cuando se le pregunta cuánto dinero hay que dar a los hijos. Los expertos creen que la cuantía de la paga depende de los gastos que tenga que cubrir y, por tanto, debe crecer a medida que lo hace el niño y su vida social, pues no es lo mismo que sea para chuches que para comprar cómics, ir al cine, pagar la factura del móvil o adquirir ropa o videojuegos. Según Miguel González, el importe medio por edades oscila entre los 7,5 euros semanales a los 9 años y los 10-12 euros a los 14. El informe Adolescentes’13 cifraba la semanada media en 13,5 euros, aunque muchos recibían otros 12,4 euros extras durante la semana. Francis Blasco cree que a los niños hay que pagarles en consonancia con el poder adquisitivo de la familia porque su referencia es su entorno, lo que conocen, y las actividades que haga estarán en consonancia con ello, y si la paga no lo permite, será motivo de marginación y frustración.
 
Para qué
Para lo que quieran en una lista de gastos permitidos
Los niños han de poder gastar su dinero en lo que quieran dentro de unos límites o una lista de gastos permitidos. “Si no se les deja iniciativa y les dices en qué quieres que lo gasten o les cuestionas cada compra que hacen, esperarán siempre que alguien les diga qué han de hacer, serán niños superprotegidos y sin autonomía”, indica Blasco. No obstante, considera imprescindible pactar un porcentaje de ahorro para imprevistos. “Al principio puede ser útil hacer una lista de para qué sirve ese dinero y qué parte hay que ahorrar, y establecer como condición que si quiere dedicarlo a algo diferente debe consultarlo para evitar ‘fraudes’; pero si el niño ahorra extra para comprarse un capricho no incluido en la lista, habrá que permitirlo o argumentar muy bien la negativa, porque será dinero procedente de un esfuerzo hecho por él”, dice Martínez.
 
Cómo
Semanal para los pequeños y mensual después
La paga semanal facilita el control del dinero tanto para los niños como para los padres, en especial cuando son pequeños y tienden a gastarse todo el primer día en chuches o cromos, porque así no tienen que esperar tanto tiempo para volver a cobrar y pueden aprender de sus errores. A partir de los 15 años, cuando los chavales ganan autonomía, tienen más vida social y también más gastos, puede ser razonable aumentar la paga y hacerla mensual para que tengan mayor libertad de consumo y aprendan a organizarse para costear las salidas con los amigos, pero también la ropa, el gasto del móvil, los juegos, los regalos...
 
Formativa
Negociar subidas y penalizaciones
Algunos padres creen que fijar una semanada aboca al conflicto cada vez que los hijos pidan una subida. Sin embargo, esos momentos son ocasiones perfectas para potenciar las habilidades negociadoras que los niños necesitan ejercer con amigos, profesores y, en su día, con sus jefes. Comprometerles en una negociación con preguntas como cuánto hace de la última subida, qué nuevos gastos cubrirá con ese dinero o qué previsiones de ahorro tiene pueden ayudar a ello. O se puede vincular la paga a la evolución de los precios. Por otra parte, y también en aras de que resulte formativa, algunos expertos propugnan que se incorporen “cláusulas de penalización”, es decir, que se pacte el impacto que tendrá en la paga si incumplen sus obligaciones domésticas o académicas, o si incurren en determinadas conductas. Se aconseja no suprimir la paga, sino aplicar porcentajes de descuento.

Fuente:

viernes, 3 de febrero de 2017



Las 10 conductas de los padres que entorpecen la educación de los niños


Profesores y psicólogos identifican las actitudes más nocivas de los progenitores a la hora de implicarse en la educación de sus hijos


La mayoría de los padres y madres concede mucha relevancia a los estudios de sus hijos y trata de implicarse en ellos. Pero maestros y psicólogos aseguran que no siempre tienen claro cuál es su papel en el aprendizaje escolar y a veces adoptan actitudes que acaban dañando la educación de los hijos.

ESTUDIAR CON ELLOS
Ser padre y maestro a la vez crea conflictos y dependencia
“Llegan los primeros deberes escolares y ahí están papá y mamá al lado; y los deberes son de la criatura, no de la familia; el deber de la familia es velar por que el niño tenga espacio y tiempo para hacer sus tareas y, si son muy pequeños, facilitar la organización del tiempo”, explica María Jesús Comellas, profesora de la UAB en la facultad de Ciencias de la Educación y psicóloga especializada en las relaciones familia-escuela.
Benjamí Montenegro, del Equip Psicològic del Desenvolupament de l’Individu, dice que el papel de los padres es el de auditores: “Han de controlar que el trabajo esté hecho, pero no entrar en el contenido porque se trata de que las tareas las hagan los niños y así trabajar su autonomía”. Eso no significa que si el niño plantea alguna duda no se le den pistas o herramientas para resolverla. Dicen los expertos que hacer de maestros y padres a la vez no trae más que problemas: crea conflictos familiares diarios y dependencia, porque los niños se acostumbran a que haya alguien encima de ellos para trabajar. Y si el crío tiene dificultades de aprendizaje o necesita refuerzo, el consejo es buscar un profesor particular.

RESOLVÉRSELO TODO
Solventar sus descuidos dificulta su maduración
“Los niños han de aprender a organizarse y a solventar sus problemas, a cualquier edad, y no hay que mandar a nadie corriendo a comprar tinta de impresora a última hora de la tarde porque al día siguiente ha de entregar un trabajo ni llevarle a la escuela el libro o el bocadillo olvidados; si los padres les resuelven todo ‘con tal de que estudien’, no maduran, no asumen sus responsabilidades ni aprenden a ser autónomos”, coinciden Comellas y Montenegro.

FOCALIZAR TODO EN EL ESTUDIO
Hacer de la formación el eje de la vida familiar daña la relación
Los educadores aseguran que una frase muy reiterada de los estudiantes es “a mis padres sólo les interesa si estudio, lo demás no les importa nada”. “Cuando focalizas todo en los estudios, cuando lo primero que le preguntas a tu hijo en la puerta de la escuela es qué deberes tienes o qué nota te han puesto en vez de cómo te ha ido el día, o con quién te has relacionado, transmites que te interesa el aprendizaje, no la persona”, dice Comellas. Y agrega que lo mismo ocurre cuando al hijo universitario se le libera de tareas domésticas porque “su trabajo es estudiar”. “Esa persona tiene que vivir, ha de saber organizarse, tener habilidades domésticas y saber relacionarse, y de eso a veces no nos ocupamos, ni nos interesamos por su vida emocional y relacional”, enfatiza la psicóloga.

QUERER GENIOS
Sobreestimular a menudo provoca el efecto contrario
Los maestros explican que una práctica muy habitual en las familias es la de sobreestimular a los niños. “Todos quieren un hijo genio y les llenan la cuna de artilugios, abusan de juegos didácticos, se afanan porque aprendan muchas cosas y cuanto antes mejor, y esa sobreestimulación no sólo no influye en una evolución cognitiva más rápida, sino que a menudo tiene efectos contraproducentes en forma de problemas de atención o de falta de concentración”, explica Joan Domènech, maestro del colegio Fructuós Gelabert de Barcelona.
Esa impaciencia respecto al aprendizaje provoca, según los psicólogos, que los padres se desesperen ante las primeras dificultades en los estudios o vivan como un fracaso los primeros malos resultados, sin tener en cuenta que la educación es un proceso a largo plazo y que lo que los niños necesitan para aprender es paciencia y ánimo. “Los padres no deberían considerar los malos resultados como un fracaso porque ello reduce la autoestima de los hijos e incapacita cada vez más a unos y otros”, advierten.

PREMIAR LAS NOTAS
El estímulo material desvirtúa y puede aumentar la frustración
Las notas ni se han de premiar ni castigar; se han de elogiar y aplaudir, o analizar si es necesario dedicar más tiempo a estudiar, según los expertos. “El mejor estímulo es descubrir cosas nuevas y desarrollar tus intereses, si hace falta un estímulo material, es que algo no funciona”, apunta Domènech.
Montenegro advierte que los premios pueden causar una doble frustración, porque con frecuencia se ofrecen por notas poco realistas y si el chaval no triunfa a pesar de la recompensa prometida su sensación de fracaso y su malestar es doble: además de no alcanzar su meta escolar, se queda sin regalo.

DISFRAZAR LA VAGANCIA
Buscar trastornos detrás de los fracasos retrasa la madurez
Otra conducta recurrente que observan los educadores es la tendencia de los padres a buscar trastornos neurológicos detrás de los fracasos escolares de sus hijos. “Hay muchos niños que son incapaces de esforzarse en hacer los deberes o en estudiar porque son vagos, y eso es inmadurez, no un trastorno mental, y a veces se intenta disfrazar esa vagancia como intolerancia a la frustración o intolerancia al estrés, cuando lo que tienen es falta de autonomía”, comenta Montenegro. Comellas subraya que esta actitud tiene que ver con la actitud hiperprotectora de muchos padres que buscan la etiqueta del trastorno para el bajo rendimiento de sus hijos “porque en el momento en que se disfraza algo como trastorno se desculpabiliza a todo el mundo”.

EJERCER DE DETECTIVES
El control absoluto de sus tareas suscita desconfianza
Hay padres que rastrean los deberes, trabajos, las fecha de exámenes o los comentarios de sus hijos en clase a través de la agenda escolar, la web del centro, las redes sociales o implicando en sus indagaciones a los padres de otros niños de la clase, con quienes están en permanente contacto por WhatsApp. “Esa conducta provoca un boquete de desconfianza y no resuelve nada”, advierte Montenegro. En vez de ejercer este control absoluto aconseja realizar un acompañamiento lejano, revisar conjuntamente con el chaval la agenda de tareas pero dejándole que sea autónomo para realizarlas. Y para los padres que optan por preguntar la lección para saber si el niño ha preparado un examen, los expertos recomiendan ponerle tres o cuatro preguntas por escrito, porque normalmente no hay exámenes orales y de nada sirve que el niño se sepa la lección hablando si luego se expresa mal por escrito o comete muchas faltas de ortografía.

USAR EL ESTUDIO COMO PEAJE
Las tareas escolares acaban entendiéndose como un castigo
“Castigado a hacer los deberes” o “hasta que no acabes de leer no hay dibujos” son frases que utilizan algunos padres para incitar a sus hijos a hacer las tareas escolares. Pero los expertos aseguran que el tiempo de estudio debería ser siempre un tiempo de tranquilidad y sosiego, no de regañinas. El objetivo, explican, debe ser ayudar a los niños a descubrir el placer de la lectura o del aprendizaje, y eso no se consigue si se plantean las tareas escolares como un castigo o como un peaje necesario para poder disfrutar de actividades placenteras como salir con los amigos, ver la televisión o jugar con la consola.
Y a medida que crecen, han de entender la relación entre esfuerzo, dedicación y resultados, “y asumir que si han de estudiar más porque han tenido malas notas se trata de una inversión, no de un castigo”, indica Comellas.

PROYECTARSE EN LOS HIJOS
Las expectativas no siempre se adecúan a las capacidades
Los psicólogos consideran que en muchas familias pesan más las expectativas que tienen los padres sobre los estudios de los hijos que las preferencias o capacidades de estos, y muchos chavales son orientados a estudiar lo que quieren o les gusta a sus progenitores. “En este país confundimos inteligencia con título, continuamos desprestigiando la formación profesional y no valoramos la creatividad como un medio para vivir”, reflexiona Comelles.

NO RESPETAR LA LÍNEA ESCOLAR
El modelo de los padres no garantiza el éxito hoy
Muchos padres piensan que el modelo y los métodos educativos que les sirvieron a ellos les servirán a sus hijos, pero la escuela ha cambiado mucho y los niños también. “Lo que a ti te gustaba del colegio, lo que aprendías entonces o cómo lo aprendías no tiene por qué ser un modelo de éxito para tus hijos”, advierte Domènech. Y por eso considera un error que los padres traten de enseñar a los hijos a leer o a calcular por su cuenta o les pongan actividades de refuerzo en casa, sin considerar que quizá están interfiriendo en el ritmo o el método pedagógico que sigue la escuela. “Uno ha de plantearse a qué escuela lleva a su hijo, asegurarse de que comparte las mismas ideas, y luego acompañar al niño en el aprendizaje pero con respeto al proceso que siguen en la escuela, y no dar al niño mensajes diferentes”, reflexiona. Los educadores son especialmente críticos con los padres que muestran constantemente su desacuerdo con los profesores en presencia de los niños, porque estos aprovechan esa situación para manipular a unos y a otros.

Fuente:
La vanguardia.
Mayte Rius, Barcelona